8 dic 2009

Sub - cutánea a domicilio

Baja a abrirme con el camisón puesto y sus varios años encima. Ya en el ascensor comenzamos a charlar, es que yo estaba en internación cuando Michelle salió de su operación en ambas cabezas femorales. Los ladridos me reciben en el departamento, alguien en cutro patas (porque incríblemente ya apoya las cuatro) se me acerca moviendo la cola. Y un tema lleva al otro y me voy enterando de su vida: que el marido falleció hace poco, lo extraña mucho y se nota, que fue profesora de francés y sus mejores alumnos eran los de la villa que a la hora del almuerzo le convidaban galletitas y que no cree en Dios porque su mamá falleció cuando ella tenía tan solo seis años. Cuarenta minutos después, Michelle ya tenía aplicado su antibiótico y ya era hora de que me fuera. Nos despedimos con un abrazo - Muchas gracias, realmente un gusto haberte conocido. - Gracias, para mí también fue un gusto.
Así empecé mi día, recordando y sintiendo que voy por el camino correcto, dejando a Michelle y a su agradable dueña contentas. Misión cumplida.

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