28 may 2009

Perpleja

Suena el teléfono en casa. Todavía estoy en la cama remoloneando, el único día de la semana en que lo puedo hacer. Me levanto. Pienso que tal vez sea algo importante. Escucho, incrédula, lo que tenés que contarme. "¿Cómo que te echaron?". Me di cuenta de que algo andaba mal cuando empezaste diciendo: "No te preocupes, quedate tranquila." Siento que el corazón comienza a galoparme adentro y sé que mi calma, a causa del shock, no durará mucho más. Cuelgo. Llamo a mi hermana y no contesta, tal vez sea mejor así, no quisiera preocuparla. Llamo a mi amigo, comienzo la frase calmada y no logro contener las lágrimas, ya está, para qué ocultarlo, estoy llorando y no puedo dejar de repetir que no lo puedo creer. No quiero molestarlo, pero es inevitable porque lo necesito, así que llamo a mi novio que está en medio de una capacitación laboral y le cuento ya con palabras entrecortadas. Mando mensajes, se supende la idea de juntarnos en mi casa con amigos a charlar, tal vez no hay ánimos de eso acá. Comienzo a tranquilizarme, ahora nos toca a los demás ser tu soporte. Me llegan mensajes ofreciendo compañía para que no esté sola. Y sí, soy una tonta sentimental y cursi, sonrío con cada uno de ellos. Sentirme acompañada es como una caricia a mi alma perpleja.

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