6 may 2009

Nueve horas y veinte minutos sin parar.

Me duelen los párpados suepriores de los ojos al punto que tengo que entrecerrarlos para escribir estas líneas. Es que diez horas trabajando, parando sólo cuarenta minutos para ingerir algún líquido y alimento, dejan sus marcas. Pero que no se me mal interprete, esto no es una queja. Frases como "Muchas gracias, ¿vos qué días estás?" y situaciones como perros moviendo la cola o gatos trepados en mi hombro, hacen que todo valga la pena.
Cansada, cansadísima. Pero conforme.