21 mar 2011

Tenga paciencia (se me está acabando)

Es insoportable la rapidez con la que el cerebro se pone en modo rutina. Hace 48 horas estaba en otra provincia descansando con el sonido de los grillos y ahora ya parece que nunca abandoné capital. Agenda en mano de nuevo se vienen encima las cuestiones pendientes, las jornadas laborales de un día tras otro y otro y los malditos núemeros que no cierran. Acá, los sueños que bajo el sol misionero eran palpables, se alejan para ponerse detrás de una barrera que dice en letras rojas: espere a ser llamado para ser atendido.

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