24 nov 2010

El día que me recibí


No quiero perder mis recuerdos del día de ayer, por eso escribo casi desesperadamente. En unos cuantos años, esto será junto a las fotos y filmaciones, mi modo de revivirlo y recordarlo. Cuando se me presenten situaciones aversivas y me desilucione, este será mi cable a tierra.

Llegué super temprano (llegamos, él estuvo conmigo desde el principio), no quería dejar de saludar a compañeras que rendían antes que yo y, con tanta ansiedad, quedarme en casa más tiempo no me interesaba. Sólo había logrado dormir tres horas a la noche.
Algo antes de la hora pactada llegó mi profesor y eso generó que me llevara las manos al pecho, tratando de ocultar los golpes rítmicos y acelerados que sentía que me daba el corazón. Se hizo la hora y no podía subir a rendir, sensación extrañísima, ganas de salir corriendo para el lado contrario. Entonces él bajó, me miró, y ante mi respuesta (a ninguna pregunta), estoy muy nerviosa, me ofrció acompañarlo a comprarse un jugo de naranja y caminar. La charla que tuvimos va en otro post, no merece mezclarse con éste. Finalmente volvimos, ya más tranquila subí. Rendí, contenta porque estaba hablando de algo que me había gustado y sentía que me estaba luciendo. Al salir primero abracé y agradecí a quien me había tomado mi último final, después a mamá que lloraba emocionada, a mi novio que filmaba y a mi papá que sacaba fotos. Por último a mi amigo, persona más que importante y que como siempre, estuvo. Unos aplausos inesperados y llegué al pastito que siempre quise de mi facu. Más abrazos, me hicieron dejar el bolso y el reloj y ¡Paf! el primer huevazo. Y empezó la lluvia, y pensé no puedo creer que esta vez soy yo la protagonista de esto. Es un ritual, extraño para muchos y ansiado por otros. A mi gusto, y por eso estoy en el segundo grupo, es una manera (particular) de demostrar afecto y alegría por el logro alcanzado, y por eso me encantó. Después caminamos hacia el mítico lago y, en carrito para la basura, viajamos hasta donde nos manguerearon para quitarnos la costra más gruesa de porquerías. Parada final: la ducha de una cátedra que años atrás nos había hecho sudar la gota gorda. Y así, bañada y todavía omnubilada terminó todo.
Bah, prefiero pensar que es un parate.

No hay comentarios: