3 nov 2014

Brisa, intacta.

Tiene la cintura demasiado marcada y hasta papada, sus tejidos están débiles, sus músculos que fueron potentes ya no parecen los de un físico culturista.
Cada mes suma más canas a su hermosa y angulosa cara, si está mucho tiempo parada sus patas traseras se abren a modo de trípode para darse sostén.
Sus ojos están nublados por una tela que no permite olvidar sus años... Sin embargo ella está ahí, intacta.
Sigue escondiendo sus huesos y apareciendo con su hocico lleno de tierra después de hacerlo, sigue esperando bajo el sol o la lluvia nuestra visita, sigue moviendo la cola con tanta alegría como cuando corría su adorada pelotita de tenis una y otra vez. Sigue siendo esa perra dulce, fiel, dócil, compañera y cariñosa que levantamos del puerto hacen casi 15 años.
Lo asombroso de los animales viviendo su vejez es eso, verlos vivir su vejez.

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