6 may 2011

Desde el consultorio

Hay situaciones que me enternecen desde lo más profudo, me hacen sonreír y me llenan de satisfacción. Aquí va una:

Llamo a consulta, pasa la propietaria con su perra, una golden de 12 años. Entra con su cabecita torcida, los ojos que se movían constatemente de forma involuntaria y un andar lento. La dueña me da un recetario de la vete donde fue anotando las cosas que le pasaban a su mascota. Explicación, revisación y medicación de por medio se va con la directiva de volver al día siguiente a control. Vuelve. Pide por mí, me traen la ficha con otra hojita: "Dra. Julieta: (esa soy yo, todavía no lo asimilo) el ojo se le movió menos que cuando vos me lo hiciste notar a la tarde(...) tiene hambre, aunque no me sigue para que le dé (...) estuvo mejor después de que la viste (...) todavía le cuesta caminar derecha e hizo pis fuera de los diarios(...)" Y así seguía, dato por dato, hora por hora.
Sofi ya está mejor y a mí me hubiera gustado poder quedarme con esa cartita. A veces meto la pata y a veces doy en el clavo, pienso.

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