
Uno a uno iban saliendo, y yo, chica de llanto fácil, me emocionaba con algunos de ellos. No recuerdo el número de minero rescatado que fue, pero sí sus palabras: "así tendrían que ser entre países: hermanos y sin odios."
No cierren la mina, más de un ser humano necesitaría pasar unos días allá abajo para que su cerebro trabaje y comprenda que en realidad no es nada, sólo un elemento más de este juego de mesa que es la vida.
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