
No me llamaron cientos de personas ni organicé una fiesta multitudinaria en la que ni supe quienes estaban invitados. Recibí sonrisas y abrazos sinceros de las partes más importantes que conforman el rompecabezas de mi vida diaria.
Tener un año más de vida así, aunque se me caigan las carnes y me crezcan las ojeras, es un lujo preciado que no todo el mundo tiene.
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